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  • Última actualización 2024-03-15 19:59:44

La vida después de la canoa

La vida de canoero se acabó para los alrededor de 200 trabajadores informales que vivían de trasegar por el río Arauca. Para ellos, la cuestión ya no es vivir, sino sobrevivir. Porque la situación para este grupo ha sido especialmente dura desde la muerte de Luis Alberto Cáceres.

Atrás quedaron esas épocas tranquilas, donde, cómo ellos dicen, prestaban un servicio de transporte, sin que nadie los molestara. Su vida era navegar en la canoa, sintiendo la brisa fresca del río, escuchando el sonido de la vida en esos lares.

La solidaridad entre compañeros era fundamental para los canoeros. Una especie de código que cumplían a rajatabla. Nunca faltaban las fallas del motor o el uniformado de cualquier autoridad que se excedía en su deber para con ellos. Esa vida no era fácil para ellos, pero la amaban por encima de todo.

Sin embargo, lo único invariable de esta vida, es que está en constante cambio. Y para ellos el suplicio empezó el 1 de abril de 2013. El día en que murió injustamente su compañero Luis Alberto.

No era el primer canoero que moría por balas extranjeras en este río. Pero por alguna razón su muerte, resultado de socorrer a un compañero, llegó a ser noticia nacional. Se volvió mediático el inusual funeral de Cáceres, donde doña Mileidys Cáceres, la madre de este joven de 28 años y padre de dos niñas, exigía saber por qué le habían disparado a su hijo y a traición.

En ese entonces, la nación entera se conmovió ante la dimensión del abuso de las autoridades venezolanas para con los canoeros araucanos. Al municipio de Arauca llegó la canciller María Ángela Holguín, a conocer la situación y anunciar medidas al respecto.

Es ese momento la Canciller presentó una nota de protesta al gobierno venezolano por este hecho y aseguró que el gobierno colombiano esperaba que las autoridades del vecino país hiciera la investigación pertinente. “Estamos muy encima del caso, no es un episodio que vayamos a dejar pasar, lamentamos esto y esperamos una pronta respuesta”.

Pero al parecer la esperada respuesta nunca llegó. Los ataques a canoeros en Arauca se siguieron repitiendo, como ocurrió al menos en dos ocasiones más, sin que hubiera acciones contundentes de parte de la Cancillería Colombiana.

En vista de la angustiosa situación de los canoeros, el gobierno colombiano les ofreció un cambio de vida, que se dedicaran a otro oficio para que no siguieran arriesgando sus vidas. Entonces surgió la idea de la planta procesadora de aves.

Vinieron del Gobierno Nacional en varias oportunidades y determinaron cómo, cuándo y dónde operaría la planta, con zonas de engorde, sacrificio, cuartos fríos y comercialización. La Alcaldía de Arauca donaba el terreno y los gobiernos nacional y departamental de encargaría de la construcción, capacitación y puesta en marcha. Se suponía que a finales del 2015 debía estar operando. Pero hasta el sol de hoy no se sabe nada de algún avance del proyecto, que ya fue aprobado.

“Nos han dado todo tipo de excusas para que no pase nada. El proyecto se aprobó, con casi 2 mil millones para hacerlo, pero nadie nos sabe decir qué pasó con eso”, dice Mileidys Cáceres.

La única ayuda que recibieron en su tiempo fue un mercado. Pero la justicia, la reparación, el cambio de vida, tan anhelado por los canoeros, no lo han tenido todavía. Y ni siquiera saben si algún día lo van a tener.

Han pasado casi 3 años de la muerte de Luis Alberto. Y en vista del olvido que terminó siendo su tragedia, sumado al cierre de frontera, a más de un canoero se le murieron también las esperanzas. Abandonaron su amado oficio y se dedicaron a sobrevivir de a un día por vez.

Algunos tuvieron que vender sus canoas, sus motores fuera de borda, para poder llevar comida a la mesa de sus humildes viviendas. Otros se fueron de Arauca para empezar de nuevo en otra tierra, una que no les evocara tan dolorosos recuerdos.

Mileidys prefirió quedarse. Montó una humilde tienda de comestibles en su casa y con lo que gana sobreviven ella y sus dos nietas. Allí puede verse una foto de Luis Alberto, con una de sus mejores pintas y el equipo del Atlético Nacional de fondo. Su recuerdo es su mayor tesoro. Y sus nietas, el motor de esta guerrera para seguir luchando, aunque tan solo respirar le duela hasta las lágrimas cada vez que lo recuerda.

En todo este tiempo, Mileidys insistió ante los gobiernos anteriores para pedir una casa para sus nietas, que aún no tienen, pero el resultado fue el mismo de la prometida planta de aves: nada.

Pero las esperanzas de Mileidys se niegan a morir, luego de haberse reunido con funcionarios de la Gobernación de Arauca, encabezada por el médico Ricardo Alvarado Bestene, quienes manifestaron interés en el caso legal de la muerte de su hijo, así como avanzar en las gestiones del proyecto industrial para sus compañeros.

Por eso, espera que estos nuevos gobiernos que comienzan a regir los destinos de esta tierra, le den una respuesta y le cumplan a los canoeros con la planta procesadora de aves y a sus pequeñas nietas les garanticen un mejor futuro con una casa propia, ya que tienen que vivir a diario con el dolor de no tener a su padre al lado.

“Mis nietas son las que no me dejan desfallecer y por ellas es que yo estoy de pie hoy. Y seguiré viviendo y sacándolas adelante porque ellas son lo importante para mí ahora”, dice Mileidys, mientras observa por enésima vez la foto de su hijo muerto a manos extranjeras. Un crimen que aún amenaza con quedar para siempre en la más completa impunidad.

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