BOGOTA. La vieja casona donde se refugió el libertador Simón Bolívar, cuando era perseguido en las afueras de la vieja Santafé de Bogotá, es testigo mudo del deambular de miles de familias que huyen de la guerra y se refugian en uno de los mayores asentamientos urbanos de la capital colombiana, dond"> BOGOTA. La vieja casona donde se refugió el libertador Simón Bolívar, cuando era perseguido en las afueras de la vieja Santafé de Bogotá, es testigo mudo del deambular de miles de familias que huyen de la guerra y se refugian en uno de los mayores asentamientos urbanos de la capital colombiana, dond"> BOGOTA. La vieja casona donde se refugió el libertador Simón Bolívar, cuando era perseguido en las afueras de la vieja Santafé de Bogotá, es testigo mudo del deambular de miles de familias que huyen de la guerra y se refugian en uno de los mayores asentamientos urbanos de la capital colombiana, dond"> BOGOTA. La vieja casona donde se refugió el libertador Simón Bolívar, cuando era perseguido en las afueras de la vieja Santafé de Bogotá, es testigo mudo del deambular de miles de familias que huyen de la guerra y se refugian en uno de los mayores asentamientos urbanos de la capital colombiana, dond" />
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  • Última actualización 2024-04-29 15:33:31

Gobierno Lucha por combatir la pobreza, Ciudad Bolívar y las secuelas de la guerra en Colombia

BOGOTA. La vieja casona donde se refugió el libertador Simón Bolívar, cuando era perseguido en las afueras de la vieja Santafé de Bogotá, es testigo mudo del deambular de miles de familias que huyen de la guerra y se refugian en uno de los mayores asentamientos urbanos de la capital colombiana, donde la gran mayoría de sus residentes son desplazados por la violencia.

Ciudad Bolívar y Altos de Cazucá, barriadas del sur con un millón y medio de habitantes, son el fiel reflejo de un conflicto que lleva más de 40 años y que ha dejado una estela de sangre y pobreza en un país donde el Gobierno hace ingentes esfuerzos por aclimatar la paz, en medio de las balas.

Allí se puede observar una extraña combinación, entre los rostros de la guerra y la pobreza, pero también los deseos de todo un río humano que lucha contra la adversidad y quiere salir adelante. Y es que allí hay gentes de todas partes del país, que lo dejaron todo por culpa del conflicto armado interno.

Y mientras los de Ciudad Bolívar gozan de ciertos privilegios, sus vecinos de Cazucá afrontan múltiples necesidades, debido a que están por fuera de los linderos de Bogotá, pues pertenecen a Soácha, un municipio aledaño, en jurisdicción del departamento de Cundinamarca.

Ambos sectores están ubicados en medio de colinas. El primero tiene unos 300 barrios, de los cuales 250 están debidamente legalizados. Allí cuentan con casi todos los servicios públicos (luz, agua y gas domiciliario). Sus vecinos viven más arriba y como regalo del Distrito Capital reciben agua apenas dos horas por semana.

La presencia de organizaciones como la ONU y Diakonie, que prestan ayuda humanitaria y hacen acompañamiento a los habitantes de la zona, hizo que el Gobierno creara una sede donde un funcionario de la Defensoría del Pueblo atiende los casos que a diario son denunciados. También funciona un Centro de Salud.

Hasta ese apartado sector llegamos un grupo de periodistas de países andinos invitados a un taller promovido por la Agencia Internacional de Noticias IPS (Inter Press Service) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Para el trabajo de campo y como el nombre del taller lo indicaba, buscamos en las noticias: pobreza, desarrollo y ambiente. Los objetivos de desarrollo del Milenio en la cobertura periodística de la región andina".

Rostros de la guerra

Es allí donde se observan los rostros de la guerra, pues la gran mayoría de sus habitantes padecen el trauma causado por el desarraigo. Lo dejaron todo en sus respectivas zonas ante las incursiones y el constante acoso de los actores del conflicto armado interno que azota al país.

"Doctorcito ¡ayúdenos porque nos quedamos desamparados!. Se nos van a morir los hijos al quedarnos sin el puesto de salud". Jadeante y con esta expresión de auxilio irrumpió en la Casa del Defensor, Nelfa Marín, una desplazada de Vista Hermosa (Meta). Su desespero no era para menos, toda vez que uno de sus tres hijos se enferma con frecuencia.

Con una sensibilidad humana a toda prueba, el abogado Roberto Sicard, funcionario de la Defensoría del Pueblo, la consoló y tras darle unas explicaciones, le presentó a los periodistas, a quienes narró el drama que afrontan decenas de personas como ella, en un sector plagado de pequeños reductos de guerrilla y paramilitarismo.

Nelfa contó la paradoja de su desplazamiento forzado. "Nos fuimos de Vista Hermosa huyéndole a las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Llegamos a San Juan de Arama, pero resulta que allí mandaban los paramilitares y debimos salir inmediatamente. No tuvimos otra opción que venirnos para estos cerros a aguantar necesidades".

Entretanto, Edgar Ladino, presidente de una de las juntas de acción comunal del sector y quien fuera agredido el 30 de mayo, denunció la persecución de que es objeto por el trabajo que viene desarrollando. "Aquí todo el mundo está porque le toca no porque quiere. Nos unimos 14 presidentes para trabajar en equipo y por eso nos amenazaron".

Según el Defensor Sicard, allí se habían posicionado células urbanas de la guerrilla, pero fueron ´corridas´ por las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y hora que se desmovilizaron aún quedan reductos ejerciendo algún tipo de control. Actúan como grupos de limpieza social, luego de la captura de sus comandantes.

De acuerdo con los representantes de Diakonie, una organización humanitaria de origen alemán que trabaja con bajo perfil estimulando procesos de ayuda, aún hay presencia de actores armados y redes de informantes en esos sectores.

Pero no todo es pobreza y desolación. También hay rostros alegres y gentes que trabajan en favor de los desamparados, de la mano con algunas instituciones que hacen presencia en el sector. En la casa de la ONU, grupos de jóvenes realizan talleres e instruyen a varios grupos en diversos géneros musicales.

La otra guerra

Son varias las guerras que libra el Gobierno colombiano en busca del bienestar para sus habitantes. Alberto Yepes, coordinador de la campaña "Sin Excusas 2015 Colombia sin Pobreza", abordó durante el taller el tema relacionado con el seguimiento a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), como estrategia para visibilizar la pobreza y los compromisos para su erradicación.

También fuimos testigos del gran esfuerzo que realiza la alcaldía de Bogotá por combatir el hambre y garantizar la cobertura en servicios públicos. El alcalde Luís Eduardo Garzón le confió al ex ministro de Salud, Eduardo Díaz Uribe la difícil misión de liderar el programa Bogotá Sin Hambre.

"La meta es mitigar el hambre a un millón de personas de los estratos más bajos, de acuerdo con un proceso de focalización que se realiza de común acuerdo con las comunidades. A la fecha lo estamos logrando con el suministro de alimentos a unas 650 mil personas, a través de comedores populares en los sectores de mayor vulnerabilidad", sostuvo el funcionario.

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