• Colombia
  • Última actualización 2024-04-24 11:17:46

La historia de Paulina Santos - fragmento del segundo capítulo de la novela La mulata Paulina Santos

Por: Favián Estrada Vergel.
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@FAVIANESTRADA

A la edad de doce años, Paulina Santos, en noches de luna, en una confusión irracional, andaba a cuatro patas y sin calzones por los rincones del cuarto, pegada de las tapias comiendo escarabajos y grillos o retorciéndose sobre la tierra con chillidos y temblores febriles que amedrantaban a las gemelas indígenas, compañeras de aposento, que buscaron al poco tiempo otros lugares menos inseguros donde dormir. Atada de pies y manos, fue encerrada en sus crisis peores porque asaltaba los corrales y recovecos del patio a emprenderla reñida contra gallinas y lechones, matando uno o más de aquellos. Al siguiente día se despertaba sin memoria, alegre y autónoma, desentendida de los sucesos. Los estados fueron cada vez de mayor seriedad. En algunas ocasiones intentaba explicar, sin mayores detalles, que su sangre se encendía y quemaba por dentro, por lo que le diagnosticaron epilepsia.

Paulina SantosSu madre y Catalina Garcés le procuraron el suministro de la dosis de infusión de marihuana con leche y las píldoras abominables de Abimelec Andrade, sin mayor adelanto. Por consiguiente, Gaetana, desesperada, acudiría a rezanderos y hechiceros de prestigio.

Un chamán sikuani llamado Justiniano, reconocido por atender los casos célebres y extraños de brujas y fenómenos inexplicables, de entrada descartó la diagnosis del galeno y le aseguró que en realidad se trataba de un proceso sobrenatural. Le explicó, en términos de medicina blanca, primero, que la epilepsia era una alteración del funcionamiento del cerebro en el que por instantes las neuronas emiten señales incorrectas, un disturbio que puede presentarse con aparición sucesiva de rigidez, convulsiones a manera de temblores en alguna parte del cuerpo, suspensión brusca de las funciones de la consciencia con pequeños lapsos de memoria perdida y hasta coma profundo en caso de crisis generalizadas. Pero que, aun cuando algunos de los síntomas que se presentaban podían confundir al más versado, era un error insinuarla. Nada claro para ella todavía, y siguió escuchando del chamán: No se debe confundir con transmigración, según la cual las almas de animales pasan por algún tiempo después de la muerte a otros cuerpos más o menos perfectos, donde los elegidos adquieren además sus habilidades y muchas veces también se manifiesta con la variación de la forma. Se detuvo a pensar, luego prosiguió mientras Gaetana, con esmero, prestaba atención. Y, segundo y último —dijo el chamán—: el verdadero fenómeno que sucede en Paulina se llama kanaima (igual que a un niño al que se le enseña a hablar le deletreó la palabra), y en ciencia blanca —continuó— se llama teriantropía o habilidad de mudarse de forma humana a animal y en sentido contrario: parte hombre, parte animal. Se lo enseñó garabateando en la arena con un marchito y amarillento huesillo: (Θηριον)-animal salvaje y (ανθρωπος)-hombre.

—¿Como las mariposas? —inquirió Gaetana con estupor.

Paulina Santos—Sólo la Naturaleza lo dirá —respondió el brujo, y continuó hablando con severidad—: Kanaima es el dios del mal, representa todo lo perverso, la venganza y la magia negra. Para otros, es un dios tutelar que los protege de sus enemigos naturales. Para mí, es un espíritu que puede aparecer cualquier noche en forma de monstruo desde su guarida a lo largo de la ribera del río Arauca hasta el Orinoco. La tradición indígena pobló el Arauca con seres mágicos. Se dice que el primer kanaima, un vengador de sangre india que existió, fue concebido de una maldición, una brujería de un hechicero sobre un cadáver al que entró el alma de un animal: hizo con un punzón ardiendo un hueco en la cabeza y por ahí extrajo su lengua, de modo que el cuerpo fue avivado en forma salvaje, criatura que se hizo sirviente de aquel mago y obedeció, en tiempos remotos, enfermando a unos y causando la muerte a otros a quienes el amo odiaba. Con el paso de los siglos los kanaimas se han vuelto una raza que ha contagiado con su sexo, se ha propagado y está entre nosotros despertando cada día con más fuerza. Los machos son agresivos, dados a las bebidas, groseros… Las hembras, bastante odiosas, por entero desinhibidas, insaciables y promiscuas. Todos apetecen y se alimentan de carnes crudas y de sangre de sus adversarios.

Pues salió Gaetana con la jovencita a toda carrera, más por susto que por desilusión, a contarles semejante historia a Cata y Fabio Diazzi. Pero éste, delante de la muchacha, con solemne desparpajo dijo: ¡El brujo descubrió que el agua moja! Caracoles, si esta niña nació alebrestada y salvaje.


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