Para Rosa Moreno Garrido, una mujer de 24 años, por fin había llegado el momento anhelado, tendría a su bebé. Salió, como toda madre con dolores, hacia el Hospital San Vicente para que le atendieran el parto.
Una vez allí, el médico de turno la valoró y la devolvió a su casa pues le dijo que hasta ahora llevaba dos de dilatación y que como iban las contracciones, tendría a su bebé sobre el mediodía del día siguiente. Rosa, obediente al dictamen médico, regresó a su casa para soportar los dolores del parto. La idea era regresar cuando hubiera dilatado más.
Cuál no sería la sorpresa cuando a las 2 de la mañana Rosa ya no soportó más el dolor. Su cuerpo, su instinto de madre le decían que su bebé nacería en cualquier momento. Desesperada, convenció a su marido, Iván López Daza, para que la llevara urgente al hospital y mientras esperaba en la calle a que llegara el taxi que habían llamado, llegó el momento.
Rosa lanzó un grito de dolor y se desmayó junto a su esposo quien también fue presa del pánico ante semejante situación. 2 policías que patrullaban la zona, pasaron por el lugar en ese instante y corrieron a la casa pensando que había una riña de pareja.
Al llegar a la acera de la casa, se dieron cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo y sin perder tiempo hicieron de parteros y trajeron al mundo a una hermosa niña: Su nombre es Valery.
Con todo y la impresión de ver a su hija recién salida del vientre, el orgulloso, pero angustiado padre, recogió a su pequeña y se montó en el taxi que llamó rumbo al Hospital San Vicente. Lloraba de la angustia por lo ocurrido, las circunstancias del nacimiento de su hija, la incertidumbre de cómo estaba su esposa.
Rosa, mientras tanto, fue llevada por sus "parteros" en el vehículo patrulla hacia el mismo rumbo, donde fue atendida junto a su hija y pudo reunirse con su atribulado, pero feliz esposo.
Esta noticia fue una que nos dio el coronel William Arcos, comandante encargado del departamento de policía Arauca y que fue desarrollada por un miembro de nuestro equipo periodístico.
Y aunque los tres están bien y gozan de buen estado de salud, esta historia nos deja una enseñanza que ojalá el doctor que atendió a esta mujer en el Hospital San Vicente nunca olvide: Pocas cosas hay en la vida tan susceptibles a cambios imprevistos como un parto.