• Colombia
  • Última actualización 2024-04-24 11:17:46
<p>La venezolana Reina Lucero en la tarima del 22 Torneo Internacional de voz recia y contrapunteo. Foto: llanomio.com</p>
Crónicas, cuentos y novelas

Los llaneros no duermen

Un torneo de música llanera realizado en Yopal que lo tiene todo: más de 100.000 espectadores, 30 músicos colombianos y 30 venezolanos que se baten en duelo y las grandes leyendas del joropo... ¿Por qué, entonces, es tan poco conocido en el país?

Por: Lina Vargas / Revista Arcadia

Cuando Walter Silva intenta bajar del escenario el público no lo deja. De nada sirve que haya empezado a cantar con el cielo aún oscuro y que ahora las primeras luces del día cubran la explanada del parque El resurgimiento, de Yopal. Nadie se fija en que son casi las seis de la madrugada, que la Policía se dedica a quitar las vallas que cercaban las calles aledañas y que afuera, los negocios están abriendo. Ni una sola persona parece recordar que por lo menos llevan unas 15 horas parrandeando de corrido y que la fiesta ya se acabó.

El preludio

El pasado 5 de diciembre se inauguró la versión 22 del Torneo Cimarrón de Oro, el certamen de música llanera más importante de Colombia. El festival dura dos días, pero las lluvias impidieron su inicio el 4 de diciembre, así que el concurso, la premiación y los conciertos se planearon para una sola jornada. El torneo, organizado por la Corporación Cimarrón de Oro, premia las mejores interpretaciones de música llanera en tres categorías: Voz Recia Masculina, Voz Recia Femenina y Contrapunteo. Treinta músicos colombianos, 30 venezolanos y cuatro artistas invitados: Reyna Lucero, Juan Farfán, Elda Flórez y Walter Silva.

Este año el Cimarrón promete. Son apenas las diez de la mañana y en Yopal hay algarabía. La gente habla de la presentación de Reyna Lucero, de lo que va a cantar Elda Flórez, de si ganará un coplero colombiano o uno venezolano.

Por la tarde, justo después del almuerzo, Walter Silva está en la terraza de su casa, acomodado en un chinchorro con un cuatro en las manos. No tiene la camisa que usará esa noche durante su concierto ni el sombrero negro, sino una camiseta deportiva y un sombrero café. Para un amante de la música llanera, estar en la casa de Silva es como si un salsero visitara a Oscar D'León en Caracas o un seguidor de la Serie Mundial a Édgar Rentería en Barranquilla. No es disparatado pensar que muchos pagarían para verlo así, atemporal y contento, tocando el cuatro.

Walter nació en La Plata, un corregimiento de Pore (Casanare). De pequeño oía La Voz del Llano, Radio Táchira y La Voz del Cinaruco, las tres emisoras de radio que transmitían bailes con música en vivo. "Yo me crié escuchando a Juan Farfán —dice Silva—, tengo 37 años y estoy seguro de que ahora hay un niño campesino que está oyendo lo mismo". Cantó en festivales de la región hasta que en 1993 grabó su primer disco, ¿Dónde andará mi muchacha?, que se convirtió en un éxito. Aún hoy, 17 años después, es usual que la gente sepa de memoria las canciones de ese disco. En dos ocasiones Walter fue nominado al Grammy Latino, en la categoría de Mejor Álbum de Folclor.

A unos quince minutos de la casa de Silva está el hotel Luna Roja donde se hospedan los artistas del festival. Allí, en una sala del tercer piso, se escucha música. Es el ensayo del Grupo Casanare — conformado por arpa, cuatro, maracas y bajo— que desde hace siete años toca para el legendario Juan Farfán, el maestro de todos en el Cimarrón, el coplero sentimental, que nació en Caracol (Arauca) hace setenta años y aprendió a cantar con la rapidez de los que están destinados a ello. Farfán tiene pantalón café, camisa blanca, sombrero y gafas oscuras. Su voz retumba en cada pared del edificio. "Volví a perder en el juego cuando menos lo esperaba. Esta es la segunda vez que pierdo con una dama. Voy a dejarlo aquí porque no puedo hacer nada".

La entrevista con Farfán es en el primer piso del hotel. "Yo era un muchacho que trabajaba en las labores del campo: talar, hacer líneas y trajinar con las vacas. A las seis de la noche oía la radio. Me sentí capaz y empecé a hacer mis versos a las vacas y a los caballos, al amor y al despecho". Lleva 45 años en las tarimas y 30 discos originales. ¿Cómo cuida su voz? "No tomo aguardiente desde los 45 años. No tomo frío ni caliente, pero la genética influye. Así como el gallo o el caballo son lo que son por genética, uno nace de raza cantora". En mitad de la conversación, Juan Farfán canta dos de sus temas más conocidos, Resignación y El coleador forastero. El primero nació de un romance y el segundo de un coleador borracho.

Con solo medio día en Yopal uno nota el uso repetitivo de la palabra criollo. La pregunta sobre qué significa es la mejor manera para entender la música llanera. Un criollo es como un gaucho argentino, alguien que se ha criado en un territorio y que hace de él su hogar y su vida. Aquí en Casanare, tener bravura y ser recio te hacen un llanero de verdad. No es cuestión de que el ganado te haga caso, sino de dominar al cimarrón, que es el toro más salvaje. Debes levantarte temprano y dormir poco, montar tu caballo, atravesar la sabana y, si todavía te quedan fuerzas, componer versos y tener la voz lo suficientemente potente para que los demás se detengan y te escuchen. Tanto así, que el grito con el que empieza un joropo recio es un recuerdo del grito para llamar al ganado altivo. La música llanera viene del campo y solo un campesino es capaz de mezclar la dureza de su trabajo con la sensibilidad necesaria para componer canciones.

El joropo, coinciden todos, se lleva en la sangre. Reyna Lucero es otra de las figuras del festival. Nació en Santa Cruz de Aragua (Venezuela) y cuando era una jovencita participó en el programa de radio Venezuela canta en Aragua. De inmediato, su voz fue conocida y hoy tiene cerca de 30 trabajos discográficos. Reyna pasea por el Luna Roja con una calidez que sorprende. Tiene un poncho crema y las manos llenas de anillos y pulseras. Durante el transcurso de la tarde más de uno dirá que solo fue al festival para verla a ella.

Y es que así como en Valledupar el folclor gira en torno al vallenato, en Yopal la música llanera está arraigada a la cultura. En los buses de servicio público se escucha joropo, en las paredes de la calle se ven decenas de carteles que invitan a igual número de festivales, los nombres de Reinaldo Armas, Aries Vigoth y Arnulfo Briceño resultan familiares y es difícil encontrar a alguien que no hable con propiedad de los golpes o ritmos para interpretar el joropo: pajarillo, seis por derecho, chipola, seis numerado, quirpa, zumba que zumba, periquera, pasaje y guacharaca.

Miopía cultural

¿Por qué un festival que lleva 22 versiones, que agrupa a los mejores intérpretes de un género que se escucha y se canta en media Colombia, que este año costó 250 millones de pesos y que convoca a unos 100.000 espectadores, se conoce tan poco? Reymi García, presidente de la junta del Cimarrón de Oro, explica: "Somos una entidad sin ánimo de lucro que se dedica a organizar, pero no tenemos el mercadeo de otros festivales. Alcanzamos a hacer una versión en Bogotá y se llenó, pero hay pereza por parte de la Alcaldía y la Gobernación".

Tampoco la música llanera tiene la difusión que se merece. Aunque de un tiempo para acá el folclor de la Orinoquía ha entrado en otras regiones y artistas como el Grupo Cimarrón, Ensamble Sinsonte y el Cholo Valderrama han llamado la atención de los medios, el reconocimiento no es suficiente. Ángel Castañeda, periodista y presentador del Cimarrón comenta: "Se muere un burro en Cereté y todo el mundo sabe. ¿Por qué nuestros reporteros no registraron el entierro del músico Lorgio Rodríguez, al que fueron más de 30.000 personas? Este año también murió Domingo Riaño, compositor de Aries Vigoth, y nadie dijo nada".

Gran parte de la responsabilidad recae en las cortas iniciativas públicas para divulgar la cultura de Casanare. Es curioso que uno de los departamentos que más aportan al Producto Interno Bruto del país gracias a la exportación de petróleo y cuya capital, Yopal, ha duplicado el número de habitantes en los últimos cinco años — 80.000 en el 2005 y hoy cerca de 150.000— no invierta en su folclor ni en sus artistas. Para Walter Silva el panorama es claro: "A los gobiernos les vale huevo el joropo. Nosotros nos hemos hecho solos y no hemos dependido del gobierno. Es común que al pedir ayuda los políticos pregunten ¿y cómo voy yo en la vuelta? Hay una miopía cultural en Casanare".

Algo distinto ocurre en Venezuela, donde el folclor llanero recibe mayor apoyo en partidas presupuestales y difusión por parte del Gobierno. Eso, desde luego, tiene que ver con que el joropo sea la música nacional.

Voces recias y coplas

Alba Rico, hija del compositor Joaquín Fernando Rico, concursa en la categoría de Voz Recia Femenina. Lleva chaqueta y falda blancas. Antes de salir, ensaya en la parte de atrás del escenario. Suspira. Se tapa el oído con la mano y entona un ay que se dispersa con el aplauso del público. No es fácil pararse frente a todos, incluso cuando se tiene experiencia.

Reyna Lucero está sentada a un costado del escenario. Mientras la presentan, apoya la cabeza en la mano y mira hacia abajo. De la tarima salen dos llamaradas de fuego para recibirla. Leonardo Savedra, uno de los cuatreros, dirá: "si ustedes se fijan, lo que caracteriza a Reyna es que trata a la base del micrófono como si fuera su amante. La tira al piso, le pega o la mira con cariño según lo que esté cantando".

A las diez de la noche hay fila para entrar al Parque El Resurgimiento. La tarima está decorada con carteles de fondo azul y naranja con una luna roja y un toro pintados. Hay tres pantallas gigantes y a cada lado la bandera de Colombia y Venezuela. Los seis trofeos, tres cuernos de oro y tres de plata, descansan sobre las tablas.

En la explanada, la gente baila. Llama la atención la distancia que separa al hombre y la mujer en el joropo. Al menos unos 50 centímetros. Algo muy distinto a lo que ocurre en otras danzas colombianas. Tras escena todo es movimiento. Las mujeres van con faldas de flores y los hombres con liquiliques almidonados, los arpistas ensayan y los presentadores se pasan un discreto tarrito de miel para afinar la voz.

"Así es que me gusta el público, ansioso de contrapunteo", dice el presentador de turno. El oficio, como casi todos los del llano, requiere fuerza. "Para ser presentador se debe nacer conociendo la sabana, los quehaceres de un hato, los ritmos musicales y la diversidad de artistas de Venezuela y Colombia. Saber manejar al público, hacer coplas que no hieran y conocer el coleo", dice Ángel Castañeda.

A las once quedan seis finalistas de contrapunteo. La mesa técnica hace el sorteo y el jurado escoge los roles. El duelo es entre Alexis Sanabria, de Colombia, y Alfredo Díaz, de Venezuela. El primero será el pobre y el segundo el rico. Luego vienen Ramón Villarreal y John Díaz, ambos de Venezuela. Uno es el yerno y el otro el suegro. "El amor es uno solo y no lo puede negar". Y la respuesta: "El amor es uno solo pero con mi niña no va a pasar". Finalmente, los colombianos Freddy Torres y Fernando Vega, que son el político y el pueblo.

Un duelo de contrapunteo es como una final de fútbol por penaltis. "Es el culto al repentismo", asegura Reymi García. No es posible siquiera girar la cabeza cuando se escucha a los copleros. Se sufre con cada equivocación y se aplaude con cada verso logrado.

Uno de los últimos conciertos es el de Elda Flórez, la Voz recia del llano, que además hace parte del jurado del festival. Elda está vestida con jeans, una camisa con un corazón de lentejuelas y un sombrero negro. Su padre, el compositor Pedro Flórez, murió hace siete meses. "El sombrero que posa en mi cabeza esta noche fue el último que llevó él en la suya". No es difícil imaginar que Elda canta desde el vientre materno, que tiene siete hermanos y que todos tocan la bandola, que hace 22 años ganó el Cimarrón de Oro y que prefiere el campo a la ciudad.

Walter Silva sale al escenario a las 5:15 de la madrugada. Es el encargado de clausurar el festival. Para entonces, se sabe que el venezolano Ramón Villarreal ganó el Cimarrón de Oro en contrapunteo y los colombianos Luis Moreno en Voz Recia Masculina y Alba Rico en Voz Recia Femenina. Walter repite canciones, baja de la tarima y alienta a la gente. "Voy a cantar hasta que mis capacidades lo permitan, siempre y cuando ustedes hagan sentir que estamos en parranda". Nadie quiere irse para su casa. Nadie se ha percatado de que este Cimarrón ya terminó y que todavía faltan 363 días para que empiece el siguiente.

news play
Final copleros - Cimarrón de Oro 2010
news play
Ganadora voz femenina - Cimarrón de Oro 2010
news play
Ganadores voz masculina - Cimarrón de Oro 2010

Compartir esta publicación