Este lunes 19 de mayo, las redes sociales se llenaron de mensajes de despedida y homenaje tras conocerse el fallecimiento de Freddy Salcedo, ícono de la música llanera venezolana, quien murió a los 80 años en el Hospital Central Jesús María Casal Ramos de Acarigua, estado Portuguesa, tras una larga lucha contra el cáncer.
Conocido como “Su Majestad del Llano”, Salcedo fue una de las voces más representativas del folclor llanero, admirado por su potente tono de tenor y por la sensibilidad de sus composiciones. Oriundo de Valencia, estado Carabobo, y radicado en Guanare (Portuguesa), dejó un legado imborrable con canciones como Vestida de Garza Blanca, Alcaraván compañero, Viejo Soguero, La Fundadora, Aragüaney y El Cimarrón, himnos que recorren aún los caminos del Llano.
Nacido el 19 de abril de 1945, Freddy Salcedo inició su carrera artística en 1964 como guitarrista y vocalista de agrupaciones bailables como Yogui y sus Selectos, Combo Estelar y Lara Boy. Su talento fue descubierto durante una serenata por el recordado Felipe Pirela y el empresario Barrios, quienes lo llevaron a Colombia, donde obtuvo reconocimiento al ganar el festival Sol de Oro. De allí, dio el salto a la disquera C.B.S. y a la orquesta Los Caribeños de Modesto Merchan.
Ya instalado en Guanare, su tierra adoptiva, abrazó de lleno la música venezolana y fundó el grupo Los Turpiales del Llano, donde consolidó su estilo y su nombre artístico. Su primer gran éxito llegó entre 1979 y 1981 con Vestida de Garza Blanca, una composición de Pedro Felipe Sosa Caro que se convirtió en su carta de presentación ante el mundo llanero.
A lo largo de su trayectoria, Salcedo ganó 23 festivales, incluyendo cinco internacionales, fue distinguido con el Florentino de Oro y recibió el título de Doctor Honoris Causa en 1988, en reconocimiento a su invaluable aporte a la cultura venezolana.
Además de su carrera nacional, Freddy Salcedo llevó la música llanera a escenarios de Francia, Argentina y Colombia, demostrando que la poesía del joropo, las coplas y el arpa no conocen fronteras.
Hoy el Llano entero llora su partida, pero su voz seguirá resonando en los amaneceres sabaneros, en las faenas del campo y en cada festival donde se honre la tradición. Se fue un maestro, pero queda su leyenda.