La región del Catatumbo vive una de sus peores crisis humanitarias recientes debido a la escalada de violencia entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias de las FARC, que ya ha dejado más de 11.000 desplazados y 80 muertos, entre ellos combatientes, civiles, un líder comunitario y siete firmantes del acuerdo de paz.
El estadio General Santander, en Cúcuta, se convirtió en un albergue improvisado para miles de personas que han llegado con lo poco que pudieron rescatar de sus hogares. En Tibú, Ocaña y la capital de Norte de Santander, los desplazados cargan con sus pertenencias, mascotas y esperanzas, mientras las autoridades locales hacen un llamado desesperado a la solidaridad ciudadana.
“Estamos necesitando ropa, alimentos no perecederos, sandalias, ropa interior nueva y mercados. Si usted puede ayudar, acérquese al estadio o a la sede de la Alcaldía”, imploró el alcalde Jorge Acevedo, quien aseguró que la ciudad está “de la mano de Dios” frente a la magnitud de la emergencia.
En cifras, la Defensoría del Pueblo reportó que 2.178 familias han buscado refugio en el coliseo de Ocaña, 5.665 personas han llegado a Cúcuta y unas 2.500 se encuentran en Tibú. Además, la institución alertó sobre el hallazgo de 80 cadáveres y la existencia de al menos 20 personas secuestradas. La Defensoría exigió la apertura de un corredor humanitario para evacuar a los fallecidos y garantizar la asistencia a los afectados.
La sociedad civil también reaccionó ante la tragedia. Un grupo de 93 organizaciones sociales y defensoras de derechos humanos emitió un comunicado exigiendo un cese inmediato de hostilidades, así como respeto por las comunidades. “No más intimidaciones, asesinatos y amedrentamientos contra la población civil”, señala la carta.
Mientras tanto, las tensiones entre los grupos armados no cesan. El ELN, a través de un video, instó a los combatientes del Frente 33 de las FARC a rendirse y entregar sus armas, mientras que Andrey Avendaño, líder de las disidencias, respondió con un audio en el que llamó a su gente a “no perder la moral” y prometió sacar a los civiles del conflicto.
La situación sobrepasa la capacidad de respuesta de las autoridades locales. Aunque se reciben donaciones, las necesidades básicas de los desplazados no están cubiertas, y el temor de nuevas confrontaciones mantiene a las comunidades en vilo.
El Catatumbo, una región históricamente afectada por la violencia, enfrenta una de las peores crisis de su historia reciente. Los llamados a la paz y la solidaridad, aunque urgentes, parecen insuficientes frente a la magnitud de la tragedia humanitaria que crece cada hora.