En el municipio de Arauca hay más de 30 mil víctimas del conflicto armado, registradas en el Centro Regional de Atención y Reparación Integral a las Víctimas (CRAV). Don Marcelino Cadena es una de estas personas, que hoy cambia su vida, gracias a los programas de atención a víctimas.
Don Marcelino, es un humilde campesino de 57 años que, como todo el mundo, sueña con una vida mejor, lejos del dolor que injustamente ha tenido que soportar al perder a dos de sus seres queridos, por culpa de la violencia en esta zona del país.
Cada miércoles viaja desde su hogar, en la vereda El Sinaí, hasta el casco urbano del municipio de Arauca, donde se encuentra el CRAV, para escuchar a don Jaime y sus sabios consejos.
Jaime Sarmiento Tocaría, es el coordinador del CRAV, él dicta cada semana talleres para las víctimas del conflicto armado dentro de una iniciativa denominada “Mi Proyecto de Vida”. Y es allí donde don Marcelino asiste religiosamente, para absorber con avidez las lecciones que le enseñan a vivir cada día mejor.
Integración familiar, cuidado de la salud, autoestima y muchas otras cosas ha aprendido don Marcelino en esas charlas. Pero el consejo que más atesora en su mente es el buen manejo del dinero para no endeudarse o gastar más de lo que gana.
En esas charlas se olvida por un rato de su pasado. Nunca imaginó que prestar servicio militar le iba a costar con el tiempo la muerte de su hermano, pues cuyo único pecado fue tener un enorme parecido físico con don Marcelino. Los grupos al margen de la ley lo asesinaron por error.
Esa misma violencia también le arrebató al sobrino que crió como a un hijo. Los ilegales pensaron que don Marcelino era un informante del Ejército Nacional y le aplicaron ese cruel e inhumano “castigo”.
Son heridas que hoy, 15 años después, aún no han sanado. Es evidente en sus manos que tiemblan y en aquellos ojos que no hayan donde posar su atención, cada vez que recuerda.
Sin embargo, su cualidad más valiosa es la humildad. También su sonrisa tímida y esa mirada tierna que siempre plasma en su rostro, curtido por el sol y el arduo trabajo en el campo sabanero de esta capital llanera.
No tiene hijos. Tampoco esposa. Prefirió concentrarse en ayudarle a su mamá, hasta que ella murió.
Ahora, aunque sólo, se determinó a superarse. Quiere cambiar el arado por el computador de oficina. No importan los 57 años que lleva a cuestas. “Nunca es tarde para aprender”, dice. Y es su mantra ante los obstáculos. Porque su mayor ventaja es la disciplina con la que rige su vida.
La primera barrera a vencer es el analfabetismo. Por eso, motivado por los sabios consejos de don Jaime, está haciendo todo el trámite de matrícula para estudiar los fines de semana, mientras trabaja la tierra de lunes a viernes en El Sinaí.
Para don Marcelino es claro que en el CRAV le abrieron los ojos. Le mostraron que puede llegar a ser mucho más, que es posible llevar una vida mejor. Tan solo hay que proponérselo. Y con sus sobrinos ya grandes y no teniendo nada que perder, don Marcelino se resolvió a luchar por él mismo.
“Es un ejemplo de superación muy conmovedor a seguir. Ha sufrido mucho, pero está decidido a superarse. Asiste sin falta a los talleres y participa activamente en ellos. Con don Marcelino se demuestra a las víctimas que se puede seguir adelante”, dice Jaime Sarmiento.
“Sí se puede. Nunca es tarde. De la mano de Dios lo conseguiré”, reza don Marcelino, al tiempo que da un paso a la vez, venciendo cada obstáculo de este largo viaje, emprendido desde el dolor hacia una vida mejor