Siempre que escucho el arpa, afinada desde la llanura, permanezco en ese lugar tan inagotable, viéndome cabalgador en la explanada tibia hasta la lontananza, a medio sol del piso y empañetado por las ropas húmedas. Recorro, dejándome llevar por la bestia altiva, los yermos verdes que no se permiten abarcar por la mirada, esos extensos terrenos abiertos que a lo hondo levantan la silueta de grandes cimarroneras; y arriba, en lo alto, las garzas colgadas del aire amenazador de calores ígneos y soporíferos del medio día. Cabalgo, lentamente voy cabalgando hasta que el día se cansa y tengo que guindar el chinchorro a un horcón. Y los días se siguen cansando, transpirando la región, muriendo, y yo intacto en la lejanía, extrañando esa tierra aunque la veo espasmódicamente cuando un arp"> Siempre que escucho el arpa, afinada desde la llanura, permanezco en ese lugar tan inagotable, viéndome cabalgador en la explanada tibia hasta la lontananza, a medio sol del piso y empañetado por las ropas húmedas. Recorro, dejándome llevar por la bestia altiva, los yermos verdes que no se permiten abarcar por la mirada, esos extensos terrenos abiertos que a lo hondo levantan la silueta de grandes cimarroneras; y arriba, en lo alto, las garzas colgadas del aire amenazador de calores ígneos y soporíferos del medio día. Cabalgo, lentamente voy cabalgando hasta que el día se cansa y tengo que guindar el chinchorro a un horcón. Y los días se siguen cansando, transpirando la región, muriendo, y yo intacto en la lejanía, extrañando esa tierra aunque la veo espasmódicamente cuando un arp"> Siempre que escucho el arpa, afinada desde la llanura, permanezco en ese lugar tan inagotable, viéndome cabalgador en la explanada tibia hasta la lontananza, a medio sol del piso y empañetado por las ropas húmedas. Recorro, dejándome llevar por la bestia altiva, los yermos verdes que no se permiten abarcar por la mirada, esos extensos terrenos abiertos que a lo hondo levantan la silueta de grandes cimarroneras; y arriba, en lo alto, las garzas colgadas del aire amenazador de calores ígneos y soporíferos del medio día. Cabalgo, lentamente voy cabalgando hasta que el día se cansa y tengo que guindar el chinchorro a un horcón. Y los días se siguen cansando, transpirando la región, muriendo, y yo intacto en la lejanía, extrañando esa tierra aunque la veo espasmódicamente cuando un arp"> Siempre que escucho el arpa, afinada desde la llanura, permanezco en ese lugar tan inagotable, viéndome cabalgador en la explanada tibia hasta la lontananza, a medio sol del piso y empañetado por las ropas húmedas. Recorro, dejándome llevar por la bestia altiva, los yermos verdes que no se permiten abarcar por la mirada, esos extensos terrenos abiertos que a lo hondo levantan la silueta de grandes cimarroneras; y arriba, en lo alto, las garzas colgadas del aire amenazador de calores ígneos y soporíferos del medio día. Cabalgo, lentamente voy cabalgando hasta que el día se cansa y tengo que guindar el chinchorro a un horcón. Y los días se siguen cansando, transpirando la región, muriendo, y yo intacto en la lejanía, extrañando esa tierra aunque la veo espasmódicamente cuando un arp" />
LLANERO DEL FRÍO